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Número 8: Una Historia de la Minería Británica en Pachuca, Hidalgo, México

“Una muy romántica historia debe contarse acerca de los extraños aventureros que han llegado, aquellos que han buscado vetas de plata. Ningún cuento de hadas ha superado, en su salvaje extravagancia, las repentinas transiciones de fortuna de esas montañas. Algún viajero solitario o unos pocos trabajadores habrán descubierto un yacimiento del precioso metal y, posteriormente, sin importar cuán lejano fuese el sitio, surgirían grandes ciudades y se elevarían altos templos en las laderas de las montañas. Rápidamente, se amasaron impresionantes fortunas que después fueron derrochadas, con igual velocidad, en la búsqueda de ganancias posteriores...¡Qué historia de salvaje excitación, corazones y fortunas destrozadas, y cerebros transformados por una prosperidad o adversidad demasiado grandes para tolerarse, comprendería la narración completa de las minas de plata mexicana!”

México, The Country, History and People

(México, el País, la Historia y la Gente) por Henry Gooch.

 

“La historia de la minería en México es romántica al estilo de las historias del Oriente de deslumbrantes tesoros – simplemente con frotar la lámpara de Aladino, en muchos casos – y, ciertamente, sus destinos nacionales han sido moldeados por las piedras preciosas ocultas en sus montañas. Algunas de las minas históricas eran tan ricas que la veta podía explotarse con una pica en un extremo y un cincel en el otro, simplemente arrancando la plata, sans autre forme de procés”.

Diplomatic Days (Días Diplomáticos), por Edith O´Shaughnessy

(esposa de Mr. Nelson O´Shaughnessy)

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Introducción

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Existe una considerable cantidad de información acerca de las operaciones mineras británicas en la región de Pachuca y Real del Monte, en el estado de Hidalgo. Henry G. Ward, el primer Chargé d´affaires en México (1825), y su entrañable compañera de viaje, Mrs. Ward*, son, probablemente, los primeros entre las fuentes originales. Fueron seguidos en 1826 por el Capitán G.F. Lyon, enviado para inspeccionar las minas de Real del Monte. En 1843, Fanny Calderón de la Barca (Frances Erskine Inglis, de soltera), presentó su eterno tratado Life in México (La Vida en México), con sus encantadoras y gráficas descripciones del área que nos interesa de manera primordial.

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Entre este trío de primeros autores y los actuales existen, indudablemente, numerosos textos más, de los cuales, el México Today: a Country with a Great Future (México Hoy: Un País con un Gran Futuro) de Thomas Unett Brocklehurst (1833) es sorprendente. Mr. Alan Probert y su esposa Lillie publicaron Silver Quest (La Pesquisa de la Plata) en 1975. Y, en 1977, A.C. Todd proporciona una extensa cobertura del período de 1826 a 1947 con Search for Silver (La Búsqueda de la Plata).

Sin duda, es importante incluir los tesoros de información contenidos en la Oficina de Archivos del Cornwall County Council, la Biblioteca de la Sociedad de Historia de la Familia Cornwall, en Truro, y la Escuela de Minas en Camborne, Cornwall. Tampoco deben ignorarse los archivos municipales de la ciudad de Pachuca.

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Para actualizar este esbozo de recuento de información de fuente, se debe hacer mención a la espléndida cinta grabada por Lady Jennifer Galsworthy, cuyo esposo fue embajador de México durante los años setenta. Este cassette cubre el período de Cornwall en Pachuca y Real del Monte de la manera más graciosa y fue la base de un discurso presentado por Lady Galsworthy a la Sociedad de Historia de la Familia Cornwall en 1985.

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Por último, y únicamente en sentido cronológico, contamos con la muy elegante pieza de investigación conducida en 1987, continuada en 1989 y, posteriormente, en una tercera visita en 1992, por Laura y Terence Dudley, que viven en Gwent. Su dedicación a la acumulación de material referente al tema que nos ocupa ha incluido un minucioso escrutinio de los registros de las compañías mineras, tanto en Cornwall como en Pachuca. Mr. y Mrs.Dudley limpiaron personalmente las lápidas del Cementerio de Real del Monte para obtener una descripción posterior de los difuntos, cuando les fue posible. A ellos corresponde una monumental investigación.

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Al llegar a este punto, probablemente el lector estará pensando “¿Entonces, cuál es la necesidad de un recuento de esta historia tan contada, sin importar cuán fascinante pueda resultar?” En estos términos, me apresuraré a explicar  que el propósito principal de este escrito, seguido de una mínima información de referencia, se basará en las vidas de los británicos que radicaron en Pachuca durante los años veinte, treinta y cuarenta, cien años después de que tuvo lugar la primera inmigración. Muchos de los mismos nombres de Cornwall llenan los libros de registro de las compañías mineras; me atrevo a decir que muchas de las mismas actitudes y reacciones se repiten una y otra vez durante el siglo pasado, a partir de la aparición de Cornwall en Pachuca y en los años a los que nos dedicaremos en la segunda parte de esta monografía.

A manera de introducción, permítame describir cómo inició este segundo proyecto de investigación. Durante una conversación telefónica con Joan Reed Banister, quien creció en Pachuca, debo haber transmitido una respuesta negativa a la idea de vivir la infancia en un campo minero. Por lo tanto, toda mi investigación ha arrojado descripciones tales como “vidas solitarias” y “paisajes espeluznantes” para ilustrar el aspecto físico de aquellos campos, y debo haber transferido instintivamente esos conceptos a un estilo de vida consecuente con la apariencia externa. ¡Joan no me iba a permitir continuar con esa impresión! Educada, aunque firmemente, ella dijo: “¡Oh, no lo sé!...cuando comparo cómo crecimos en Pachuca con la manera en que veo que los niños crecen (en la ciudad de México) actualmente, no hubiera cambiado mi infancia por nada del mundo. ¡Fue maravillosa!” ¿Estaba yo escuchando bien?

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Decidí entonces que el asunto merecía investigación. Beebe Stockdale Barnett fue mi primera referencia, después de leer su entretenido relato de la excursión de la British and Commonwealth Society a Pachuca, en mayo de 1991. A partir de ella, conocí el nombre de Cornelia Bucknall (su apellido de soltera era Lee), quien actualmente vive en St. Ives, Cornwall. El contacto fue un “Ábrete, Sésamo”: a Geraldine Hunter, quien vive en Menlo Park, California; a Helen Saunders de Davis, California y a Antonieta Sánchez Mejorada de Hope quien, descubrí, vive a sólo unas cuadras de Sierra Madre, en las Lomas de Chapultepec. Toda esta cooperativa gente formó el núcleo de una cuantiosa correspondencia , que comenzó a extenderse para incluir a Bruce Bryan de Sahuarita, Arizona, su hermana Lois Bryant Hutton, quien también vive en Arizona, y Gladys Barnett Dawe, quien reside en Tepoztlán, en el estado de Morelos. Margaret Rankine, quien vive en Cambridge, contribuyó amablemente con su vasto conocimiento  acerca de la minería en México. Mrs. Esther Nash, la nuera del Reverendo Harry O. Nash, envió valiosas fotografías, documentos e información relacionada con este personaje, tan importante en las vidas de los jóvenes de Pachuca.

Estas son las personas que escribieron la segunda parte de este documento. A su generosidad, tanto en memorias como en el tiempo requerido para recordarlas, debemos las descripciones de la vida en Pachuca durante los años posteriores a la Revolución y hacia la Segunda Guerra Mundial. Y estoy segura de que, cuando estas memorias se revelen por completo, resultará que acabaremos por estar no solamente de acuerdo con la sorprendente afirmación de Joan acerca de crecer en Pachuca, sino que la consideraremos insuficiente para describir la gozosa vida en comunidad que experimentaron.

 

* Nombre de soltera: Emily Elizabeth Swinburne. En un reciente catálogo de libros británicos (A. Burton Garbett No. 54, un libro que contenía “Seis vistas de las más importantes ciudades y distritos mineros”, ilustrado por Mrs. Ward, se ofreció a la venta al precio de 4,000 libras.

 

Primera Parte

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Pachuca es la capital del estado de Hidalgo, “noble, ilustre, generoso, “hijo de algo””[1]. La cultura del estado está asociada con las más antiguas tradiciones mexicanas: hace quince siglos, Tula de Hidalgo fue el fabuloso centro del Imperio Tolteca. Actualmente, Hidalgo es como un “pequeño espejo de México debido a sus contrastes”[2]. Desde la enorme riqueza subterránea hasta la extrema miseria de los habitantes otomíes del Mezquital, y desde las fructíferas planicies de Metztitlán hasta la aridez y desolación del área que rodea Ixmiquilpan; desde sus espesos bosques hasta sus ásperas y erosionadas colinas, y desde sus lujosas haciendas hasta sus oscuras cuevas en donde muchos otomíes encuentran refugio, Hidalgo representa un amplio espectro de atracciones. Su proximidad con la capital de la República la convierte en un centro turístico y en una meca para los habitantes de la ciudad que escapan de las influencias urbanas.

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“Pachucan” fue una palabra tolteca que significa “cerca de una cañada” y, por lo tanto, el asentamiento tolteca se localizaba en la desembocadura de dos cañones*. Pachuca fue una deformación del nombre original y fue utilizada por primera vez  cuando el conquistador español Francisco Téllez llegó al poblado en 1528 (otra fuente cita que fue en 1524), con 25 soldados, asesinaron al jefe azteca Itzcóatl y quemaron las viviendas[3].

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Muy pronto, Pachuca fue conocida como “muy noble y leal de Nuestra Señora de la Asunción y Real de Minas de Pachuca”. La Sierra de Pachuca tenía 28 millas de longitud y 12 millas de ancho, e incluía a Real del Monte, que jugó un importante papel entre los inmigrantes de Cornwall , pero eso ocurrió a trescientos años de distancia de nuestra historia. Bajo el régimen hispano, las minas fueron concesionadas a empresarios individuales, quienes debían devolver a la Corona una quinta parte de lo que lograran extraer. El proceso de arrancar el mineral del suelo era predeciblemente primitivo e inhumano, basado en la labor de los indígenas. Esta no es la ocasión para describir las actividades de los españoles en la minería, pues esta labor ya ha sido lograda por A.C. Todd, Alan Probert y otros. Pero existen muchos nombres de personas que son sobresalientes durante los años del dominio español. El primero de ellos es Bartolomé de Medina, un mercader de Sevilla que ha recibido el crédito de haber inventado el “proceso de patio”, por el que recibió la patente de manos del virrey, concesiones para construir fábricas y cobrar regalías. Este proceso, básicamente de amalgamación con mercurio, se inició alrededor de 1557 y se ha continuado utilizando en algunos lugares hasta el siglo XX. Por lo tanto, su importancia no puede desestimarse. Así como la extracción de la tierra dependía de la labor humana hasta los niveles más bajos de degradación, el “proceso de patio” dependía de una provisión de miles de caballos y mulas, que eran objeto de un trato que en nuestros días se consideraría abominable.

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La escena del proceso era la “hacienda de beneficio”*. Una de esas haciendas, San Miguel Regla, fue probablemente la más grande y su ubicación se decidió por la necesidad de energía hidráulica, proporcionada por un río cercano que provenía de las tierras altas. Esta hacienda fue construida en 1792 por el Conde de Regla. Contiene patios de 5 a 10 acres de extensión, rodeados de fábricas de trituración de mineral, caballerizas y talleres. En términos muy simples, el mineral se entierra en una masa más ligera que el barro, después se esparce (como una torta gigante) hasta quedar de dos o tres pies de espesor, sobre el suelo del patio. Durante las siguientes tres semanas, la masa, a la que se le ha agregado sulfato de cobre, es trillada por manadas de 12 caballos o mulas, los cuales perdían los cascos en el proceso. Posteriormente, se agrega sal y, finalmente, el ingrediente más importante: se salpica mercurio a la mezcla. El trillado continúa durante veinte días más, después de los cuales, la masa es acarreada en angarillas hasta un gran tanque de agua, en donde la corriente separa la arcilla y permite que la plata y el mercurio descansen en el fondo del tanque. Éstos de retiran con palas y se vierten en grandes bolsas de lona, en forma de cono, de donde el mercurio vaporizado escapa y se condensa para volver a utilizarse. La plata se queda en las bolsas de lona. Entre los bocetos de Mrs. Henry G. Ward, algunos de los mejores ilustran la instalación de este proceso de los beneficios.

En buenas condiciones, por ejemplo, con un buen “azoguero”*, un clima benigno y una alta calidad del mineral, este proceso podía resultar en 15 onzas de plata por tonelada de mineral. Una fuente constante de conflicto fue el hecho de que el gobierno mexicano controlaba el costo y el surtido de mercurio, ingrediente indispensable después de los caballos y las mulas, y solamente se permitía que se trajera de España, obviamente a un precio muy alto. Incluso tomando en cuenta estos obstáculos, Todd insiste en que este proceso era el más barato del mundo y el ideal para el clima de México.

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En 1723, después de casi dos siglos de trabajo en las minas de plata del área de Pachuca, los españoles se encontraban a punto de abandonar el proyecto. Los problemas casi rebasaban las ventajas: el impuesto del 20 por ciento reclamado por la Corona, la errática y costosa provisión de mercurio, la constante escasez de mano de obra y la eterna lucha por evitar que el agua inundara las minas.

Posteriormente, en 1745, los españoles recibieron un nuevo arrendamiento en sus técnicas mineras cuando descubrieron que el mayor problema de drenar el agua de las minas podía aligerarse mediante un sistema de “aditamentos de bajo nivel”* que trabajaban bajo el principio de la gravedad. Estos aditamentos requerían una labor hercúlea, cavando túneles hacia el lecho de roca pero, inmediatamente, liberaron la tensión de los antiguos “malacates” (grúas) y se convirtieron en una característica permanente del paisaje de Pachuca. El Aviadero y el Socavón se hicieron famosos y muy exitosos aditamentos para el drenaje de agua.

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Probablemente, el nombre más importante entre los españoles mineros es el de Pedro Romero de Terreros. Nacido en Cartagena en 1710 e iniciando como ignominioso y pobre minero, posteriormente descubrió la legendaria veta de la Vizcaína, que le proporcionó la posición de soporte de la economía española. Las cantidades varían en referencia a su fortuna: se dice que, entre 1762 y 1774, Romero de Terreros obtuvo una ganancia de 1,200,000 libras, o 6 millones de dólares. En 1769, auxilió al Rey Carlos III con un préstamo de un millón de dólares, por lo que obtuvo el título de Primer Conde de Regla. Fue él quien inició una de las más duraderas instituciones de México, “El Monte de Piedad” que, desde luego, ha sobrevivido hasta nuestros días. Cuando los jesuitas fueron expulsados en 1767, fue Romero de Terreros quien compró su colegio San Pedro y San Pablo.

En aquella época, México era prominente en la escena del mundo minero, por lo que era apropiado que tuviera un gran Colegio de Minas (“Minería”). Este inigualable ejemplo de la arquitectura colonial, localizado en la Calle de Tacuba, fue diseñado por el famoso constructor Manuel Tolsá en 1793 y fue terminado en 1813, en los momentos más intensos de la Guerra de Independencia.

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¿Qué efecto tuvo la Guerra de Independencia (1810-1821) sobre las minas españolas en México? Puso el punto final a cualquier semblanza de la minería científica: las minas se inundaron inmediatamente de agua, a pesar del sistema de aditamentos, y los “malacates” cayeron en desuso. Los andamios se derrumbaron en donde anteriormente se habían hecho excavaciones. . Durante la furia del levantamiento, el personal minero fue llamado a los batallones. Mme. Calderón de la Barca, visitando la región de Pachuca / Real del Monte unos treinta años después, describe San Miguel como “una casa de campo perteneciente al Conde de Regla, el propietario anterior de las minas” y como “el más pintoresco y adorable lugar imaginable, pero completamente abandonado; la casa escasa en comodidades y sin mantenimiento...abandonada a los venados que caminan tranquilamente entre los árboles y a los pájaros que cantan en sus ramas”[4].

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Así termina la segunda fase, de los indios y los españoles, en la historia de la minería de Pachuca. Obviamente, hay más drama por venir si, estadísticamente, sólo dos minas del mundo se comparan con las extracciones de la Sierra de Pachuca: Comstock en Nevada y Cheminz en Hungría. El 6 por ciento de la producción mundial de plata y el 16 por ciento de la producción total en México, haciendo un total de 1.2 billones de onzas de plata, provienen de la Sierra. Y la producción total de oro fue de 6.2 millones de onzas.[5]

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Antes de comenzar con el capítulo concerniente a la llegada de los nacidos en Cornwall a México, demos un vistazo a la geografía de Pachuca y su medio ambiente. La ciudad capital del estado de Hidalgo se encuentra a 60 millas al norte de la Ciudad de México. Es necesario cruzar lo que se conoce como la Cuenca Mexicana, una planicie reseca, cruzada de vientos y polvorienta con casi cien millas de extensión. Si uno toma la moderna autopista a través de este desolado sitio, se pueden ver partes de la ruta de plata Old Cornish, puesta en peligro tanto por los seres humanos como por la naturaleza. Pachuca tiene una altitud de 8,000 pies y una reputación de ser insufriblemente caliente en verano y cruelmente fría en invierno.

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Para cuando los inmigrantes de Cornwall llegaron a la escena, había muchas marcas territoriales sobresalientes en Pachuca, remanentes del régimen español. “Las Cajas” era una construcción semejante a una fortaleza, construida en 1670, para contener y proteger los tributos reales extraídos de las utilidades mineras. Estaba la iglesia de San Francisco, construida en 1596, y la iglesia de la Asunción de la Virgen, localizada en la Plaza de la Constitución y que data del siglo XVII. Y, a finales del siglo XVIII, el Conde de Regla construyó “Casas Coloradas”, que son edificios gubernamentales.

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Otras descripciones de Pachuca reportan que “es una ciudad con mucho viento. El viento baja desde las montañas y sube desde los valles y, a veces, parece que viene de ambos lados a la vez, soplando frío y caliente, así que no es precisamente una ciudad de reposo...”[6]. Otro relato dice que Pachuca es, indiscutiblemente, una ciudad minera, con sus túneles que perforan las laderas de las colinas, sus terrazas de desechos de plata, los cortes de piedra blanca que delinean las denuncias de las minas y los omnipresentes vertederos. Las casas de techos planos son un claro signo de aridez. La escasa vegetación parece ser solamente el maguey, la yuca y el nopal. Con todo el aspecto de una ciudad minera y pareciendo ser enteramente blanca a distancia, Pachuca, de acuerdo con otro antiguo viajero, “descansa a la cabeza de una cañada, las colinas se elevan desde el final de las calles (a veces llamadas “cañones”) y forman una especie de pipa a través de la cual sopla un casi continuo “airecillo muy molesto””. De acuerdo con esta misma fuente, la mula se encuentra en todas partes, como evidencia.

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Como estamos a punto de comenzar con nuestra historia de los primeros mineros de Cornwall en su llegada a México, es importante percatarse de que la base real de sus operaciones iniciales no era Pachuca sino Real del Monte, también conocido como Mineral del Monte.

Este primer campo minero se localiza a 5 millas a través de la Sierra de Pachuca y tiene una altitud de 9,350 pies, considerablemente más alto que Pachuca. Fue establecido en densos bosques y verdes pastos, y cada ladera de colina disponible se utilizó para cultivar el maguey. Real del Monte es pintoresco en su combinación de casas inglesas con techos puntiagudos y chimeneas, pues hace frío a veces, y las casas de techos planos de los mexicanos. Esta es la escena para la primera ola de mineros de Cornwall, y una visita al Cementerio de Real del Monte es una experiencia inolvidable. Lady Jennifer Galsworthy ha escrito un poderoso ensayo generado por una visita a este cementerio en 1976. Lo finaliza con estas apropiadas palabras: “No hay duda de que ellos duerman tan pacíficamente. Se han ganado a pulso su descanso”. Algunos ejemplos de los nombres grabados en las lápidas nos dan una clara idea de los orígenes británicos de muchos de los difuntos: Bennetts, Trelease, Rabling, Jenkins, Sobey, Pempraze, Pengelly, Scobie, Rule, Northey, Skewes, Embury, Trevethan; Ough, Stribley, Pascoe, Ludlow, Phillips, Dawe, Chynaweth y Chinn.

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Y ahora, ¿qué sucede en Cornwall, de donde provienen esos primeros mineros? Una mirada a las características geográficas básicas resultarán en enormes diferencias del escenario mexicano y, por lo tanto, en problemas. Cornwall es un condado en el extremo suroeste de Inglaterra y Richard Carew lo describe como un lugar de “placeres diversos”[7]: maravillosos escenarios costeros, brezales abiertos, valles de ríos cubiertos por garzas, playas de arenas doradas y caletas, gigantes de cuentos de hadas y del Rey Arturo, pequeñas iglesias heroicas, cruces celtas, de puestas de sol y crema de Cornwall y cangrejos frescos, y chimeneas de minas abandonadas de estaño y cobre apuntando a los cielos. El clima es el más benigno de Inglaterra. Las granjas lecheras son comunes, así como la pesca y  el cultivo de flores y vegetales. El punto más alto de esta península con forma de triángulo irregular, está a 1,375 pies. Es una topografía benigna de colinas bajas, ríos cortos y caletas someras. Cubre un área total de 1,375 millas cuadradas, mientras que el estado de Hidalgo, uno de los más pequeños de México, contiene 8,058 millas cuadradas.

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Entre 1770 y 1870, el cobre ganó relevancia frente al estaño en Co9rnwall. La Fuerza Real Naval era suprema y la guerra estaba en todas partes: en Europa, la Crimea, América y en el océano. En Cornwall había 340 minas y una quinta parte de la población (50,000 hombres, mujeres y niños) se dedicaban a la minería. Un millón y medio de toneladas de cobre puro, a 100 libras la tonelada, fueron producidos en cien años, y fueron fundidos con carbón en Gales. A principios del siglo XIX, Inglaterra fue el mayor productor de cobre a nivel mundial, incluso cubriendo los fondos de sus barcos con cobre para prevenir las lapas y para incrementar la velocidad de desplazamiento.

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Pero se descubrieron nuevos depósitos en cada país y las minas comenzaron a cerrar a medida que los precios bajaban. A finales del siglo XIX, se dice que el 30 por ciento de la población había emigrado. “Al fondo de cada hoyo del mundo, se podía encontrar un minero de Cornwall”[8]. Con la cercanía de un bache económico en Inglaterra, en general, y en Cornwall de manera específica, los jóvenes de la región comenzaron a buscar oportunidades, cada vez más hacia el occidente, a través del mar, como medida para mantener a sus padres, cuya alternativa era tener que mudarse a viviendas más humildes. Para muchos de estos mineros, la idea de navegar al sur de México a través de aguas templadas, era infinitamente preferible a cruzar el Atlántico Norte y buscar la manera de atravesar las tierras congeladas hasta las minas de plomo en Wisconsin, las minas de acero en Minnesota o en Michigan. A pesar de ello, el número de inmigrantes de Cornwall que llegaron a México es pequeño comparado con la cantidad de emigrantes a Canadá. Sólo aquellos hombres altamente recomendados por sus habilidades y carácter fueron elegidos para México.[9] Alrededor de 1840, se decía que México era, indudablemente, el lugar con las mejores condiciones de trabajo: contrato de tres años, salarios adecuados y una cantidad adicional para “equipamiento y vestido” antes de abordar el barco. La mayoría de los viajeros a México, provenían de ciudades localizadas al oeste de Truro: Troon, Camborne, Redruth, Gwennap, St. Ives*, Penzance y Trelissick. No es necesario enfatizar el enorme contraste entre Cornwall, el punto de partida, y México, el destino. Posiblemente la única semejanza era la familiar silueta de las chimeneas de las minas y los pozos en desuso.

En el transcurso de este drama, nos encontraremos con muchas personas de tan heroicas dimensiones que sólo podríamos llamarles “gigantes”. El primero fue John Taylor, nacido en Norwich en 1780 y orgulloso de su reputación de “el más grande director de minas de su tiempo, tanto en Gran Bretaña como en Europa”[10]. Taylor contaba con excelente información obtenida de los viajes del Barón von Humboldt (1803), pero es una pena que nunca haya visitado México personalmente. En 1823, el tercer Conde de Regla estaba buscando activamente que empresarios británicos vinieran a Real del Monte a resucitar las minas españolas abandonadas. No pudo haber elegido a una mejor persona que a John Taylor, quien fue responsable de formar la Compañía de Caballeros Aventureros en las Minas de Real del Monte, capitalizados con un millón de pesos y acciones al precio de dos mil pesos.

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Taylor designó al Capitán James Vetch como su comisionado a cargo de la logística, y este capitán se convierte en nuestro segundo “gigante”. Vetch, un escocés de Lothian que había peleado con el Duque de Wellington durante las Guerras Peninsulares, estaba bien equipado para su trabajo de sobresaliente importancia y en el que tenía vasta experiencia, haciéndose cargo tanto del personal como de la logística, con la ventaja agregada de hablar español. Pero, desafortunadamente, Vetch era cien por ciento militar y, por lo tanto, no era un hombre de minas. Planeó las acciones de la minería como si de organizar expediciones militares se tratase. Como consecuencia, esperaba que los mineros acataran órdenes como si fueran soldados, sin darse cuenta de que estaba tratando con hombres de Cornwall, muy conocidos por su alto grado de individualismo.

Como su jefe técnico, John Taylor escogió a John Rule, el tercer “gigante” y, probablemente, el más heroico de todos. Fue Rule, nativo de Camborne, quien tenía la responsabilidad de al menos tres logros formidables:

  1. Tenía el trabajo de limpiar y reabrir las minas abandonadas.

  2. Estaba a cargo de construir los caminos de los pozos a las plantas de reducción, conocidas como “haciendas de beneficio” o plantas de amalgamación, y

  3. Era la persona encargada de reclutar a los mejores mineros de Cornwall para llenar la larga lista de puestos disponibles.

 

Había fricciones constantes entre Vetch y Rule, de manera que este último regresó a Inglaterra, que estaba bajo ataque, en 1825. Siete años después, sin embargo, fue nuevamente llamado a Real del Monte, en donde trabajó arduamente durante casi diez años. Eventualmente, su salud resintió las terribles tensiones de su trabajo y regresó a Inglaterra, dejando a su hermano, William Rule, mucho menos calificado que él, a cargo de la operación. Fue en el hogar del Director John Rule y “su dama” que Mme. Calderón de la Barca tomó parte del “más delicioso almuerzo que hubiera visto en mucho tiempo; una feliz mélange de ingleses y mexicanos”[11]

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Para 1826, había diez compañías mineras extranjeras en México, cada una rivalizando encarnecidamente con las otras. Siete de ellas eran británicas: Real del Monte, Bolaños en Jalisco, Tlapujahua en Michoacán, Anglo-American en Guanajuato, Catorce en San Luis Potosí, United Mexican en Zacatecas y la Mexican Mining Company en Hidalgo. Dos eran americanas y una alemana. Antes de que finalizara el siglo XIX, los británicos también tenían empresas mineras en Taxco (Guerrero), Chihuahua, Coahuila, Durango, Sinaloa y Sonora. Pero había grandes cantidades de jóvenes de Cornwall, la mayor parte del tiempo en Pachuca y Real del Monte.

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Desde una perspectiva actual, es imposible concebir el número, la variedad y la seriedad de los problemas relacionados con una empresa minera de principios del siglo XIX. Sin una investigación de las operaciones mineras de Cornwall en otras partes del mundo, resultaría imposible juzgar si esas monumentales dificultades se exacerbaban o no por el hecho de estar en México, pero aparentemente así es dados los conflictos inherentes y una inestable situación política en México a lo largo de gran parte del citado siglo.

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Primeramente, veamos las dificultades físicas:

1) Las minas estaban inundadas de agua y desechos, además de que la vegetación había crecido en ellas. Una de las primeras decisiones de Vetch fue solicitar el envío de equipo moderno desde Inglaterra para retirar el agua. Esta labor requería de toneladas, cientos de toneladas de calentadores de Cornwall, cilindros especializados e incontables piezas pesadas, además de, desde luego, exprimir los bolsillos de los “Caballeros Aventureros”. Después de una exitosa travesía por el Atlántico (probablemente debida, en parte, al lastre ocasionado por el exceso de peso), esta compañía de hombres y equipo arribaron a la playa de Mocambo, en lugar del mar abierto de Vera Cruz, en donde los nortes eran notables. Una de las primeras tribulaciones inesperadas se manifestaron cuando, al descargar las pesadas piezas, ¡se les vio hundirse varios pies en la suave y húmeda arena! No es necesario recordarle al lector que las tierras bajas de los pantanos de la costa del Golfo eran un área incubadora de enfermedades – malaria, tifoidea, disentería y el infame vómito negro. Estas calamidades comenzaron a cobrar víctimas entre aquellos hombres con tal rapidez, que buscar tierras altas más saludables, en dirección a Jalapa, se convirtió en la prioridad. Con 120 mexicanos, 550 mulas y 50 vagones de 350 toneladas de maquinaria, la expedición inició su camino. Ocho semanas después, la expedición estaba a sólo medio camino desde la costa de Jalapa. Esta ruta tuvo que ser recorrida cuatro veces, debido a la cantidad y peso de la carga. La estación de lluvias convirtió lo que serían cuencas secas en torrenciales ríos, en cuestión de pocas horas. Una tormenta repentina se llevó 21 mulas cargadas con piezas invaluables. Gradualmente, la expedición pudo salir de las tierras bajas con sus enfermedades tropicales, pero el ascenso a las montañas no fue menos doloroso para los hombres debilitados por la disentería, quienes comenzaron a sentir náuseas y dolores de cabeza por una altitud que se acercaba a los cien mil pies.

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El trayecto había tomado un año completo para cubrir la distancia de 250 millas desde la costa. Y grande fue la bienvenida a la llegada de la expedición en Real del Monte: se tocaron las campanas de las iglesias, hubo música, bailes en las calles y fuegos artificiales. ¡Cuán gratificante debe haber sido para cada uno de los expedicionarios cuando el equipo demostró ser capaz de drenar completamente la famosa mina Morán y dejarla seca en un período de dos meses, con una bomba de 50 caballos de potencia!

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Sólo se realizó una expedición de esta naturaleza. Otros arriesgados grupos, especialmente aquellos que descargaban en el mar abierto de Vera Cruz, tenían que contender con irritados españoles, que continuaban en posesión del fuerte de San Juan de Ulúa, a un disparo de distancia de las playas en donde el equipo estaba siendo ensamblado. Sería difícil decir cuál problema fue más difícil de resolver por las expediciones a lomo de mula, mientras recorrían su largo camino hacia Real del Monte: si las repentinas tormentas o los constantes ataques de bandidos, una de las amenazas más peligrosas en México durante muchos años.

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Se ha dicho demasiado acerca del problema del transporte, con excepción de uno más que debe agregarse: durante la guerra entre México y los Estados Unidos (1846-1848), los bloqueos provocaron incertidumbre que, posteriormente, complicaron las provisiones a las minas británicas.

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2) Había una eterna escasez de material, incluyendo desde la mano de obra y el dinero, además del alimento, en algunos momentos. Bajo las órdenes de reclutar solamente al personal más calificado, John Rule siempre necesitaba hombres dedicados a la fundición, excavadores, ingenieros de minas, fabricantes de ruedas, carpinteros, capitanes, contadores, hombres que operaran las bombas, obreros y mineros. La Compañía permitía la correspondencia y la comunicación de todo tipo con Inglaterra, siempre que fuera a través de los barcos británicos. Esta disposición, más adelante, causó retrasos en la entrega de provisiones vitales, desde el mercurio hasta sebo para fabricar velas. Siempre había gran demanda de cuerdas y había poca disponibilidad. El siguiente puede ser el típico orden de maquinaria y provisiones:[12]

  • 2 barricas de trabajo, de 10 pies por 14 pulgadas para la amalgamación

  • 1 bomba de 9 pies por 15 pulgadas, con compuerta

  • 56 tubos de vapor y alimentación

  • 9 cabezas de hierro forjado

  • 3 láminas de plomo

  • 3 cajas de embrague

  • 5 fardos de láminas de acero

  • 1 calentador de hierro forjado

  • 8 cañas de hierro forjado

  • 2 moldes de hierro forjado

  • 2 moldes de acero fundido para fundir las barras de plata

  • 1 rueda de engranaje de acero fundido

  • 2 engranajes de acero fundido de nivel

  • 1 horno negro de registro

  • 4 barriles de ralladura de acero

  • surtido de láminas para los calentadores

 

De todo lo anterior, se trajeron 17 toneladas desde Inglaterra hasta Pachuca, en ese orden, en 1836. La entrega fue acompañada por un mensaje que indicaba que las mulas estaban tan lastimadas por su carga, que estarían fuera de servicio durante varios meses.

 

3) Otra constante dificultad que puede clasificarse como “física” era la amenaza a la salud de los empleados. Totalmente desacostumbrados a cualquier altitud superior al nivel del mar, sufrieron todos los efectos de la altura. El agua era dudosa y la disentería, con sus debilitantes efectos, era crónica. Las condiciones de trabajo, en muchos casos, eran poco satisfactorias e incluso la vivienda era casi primitiva durante los primeros años, debido a la falta de materiales adecuados para la construcción. Era casi inevitable el abuso de bebidas alcohólicas bajo estas circunstancias, que en manera alguna contribuyó al cuidado de la salud de los trabajadores. ¡La acumulación de aire impuro en el fondo de los cañones debe haber sido solamente una fruslería!

 

4) Con el paso de los años, la provisión  de madera empezó a disminuir. Esta carencia afectó en la necesidad de vigas para sostener las excavaciones y el uso de madera como combustible para encender las máquinas de vapor, lo cual representó un costo adicional en dinero y mano de obra en Real del Monte.

 

5) Tanto como la maquinaria de vapor facilitó el drenado de agua de las minas, comparado con el viejo sistema de malacates, durante los períodos de sequía no había suficiente agua para operar las máquinas de vapor. Así que, paradójicamente, las minas se llenaron de agua nuevamente, ¡a causa de la constante filtración!

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Ahora consideremos algunos de los problemas políticos relacionados con el intento de hacer negocios con el gobierno mexicano. La inestabilidad era la condición reinante, bajo la voluntad y el capricho de Santa Ana. Con el gobierno en franca bancarrota, no es sorprendente que toda la plata enviada a Gran Bretaña tenía altos costos de exportación. Por otra parte, también los altos impuestos de importación eran costos adicionales de cada pieza de equipo que tenía que importarse para el mantenimiento de la maquinaria. A pesar del hecho de que la Compañía había beneficiado a México de muchas maneras, como dar empleo a la gente y construir caminos, el gobierno mexicano insistía en incrementar constantemente el precio del mercurio, que controlaba de manera independiente y el cual, por lo tanto, siempre era escaso. El gobierno también demostró ser un obstáculo al reclutar a los mineros mexicanos, medianamente capacitados, para ocupar cargos en el ejército, incluso habiendo una disposición internacional que exentaba a los trabajadores de las minas de metal.

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Lo anterior fue particularmente común entre los años de 1830 y 1832, pero continuó durante los años de la guerra entre México y los Estados Unidos y, desde luego, fue un elemento de desmotivación para capacitar al personal de origen mexicano.

El robo fue también un eterno problema que nunca fue resuelto satisfactoriamente. Desde adentro y desde afuera de los confines del campo, el robo era epidémico. El camino a la Ciudad de México, contando con el hecho de que era bien sabido que por allí se transportaban barras de plata, estaba lleno de peligros, sin importar la seguridad y la confidencialidad implicadas en el proceso. Dentro del área minera, cada hombre era sujeto a una escrupulosa revisión en la entrada principal. Los métodos de robo eran muy numerosos e ingeniosos: esconder granos de plata y oro en la boca, los dientes o los oídos; colocar piezas de plata en orificios horadados en los mangos de los martillos; moler mineral de plata hasta convertirlo en polvo, mezclarlo con sebo y untarlo en el cabello...

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Esta descripción de las calamidades de la gente de Cornwall, principalmente en Real del Monte, se ha vuelto deplorable. Sin embargo, lo peor está por llegar, es decir, el dilema de, primeramente, los cambios sufridos por los mineros de Cornwall en tales condiciones poco hospitalarias y, en segundo lugar, la inevitable fricción entre los mineros de Cornwall y los mexicanos. Hacer justicia plena a esta fascinante situación requiere de los servicios de un psicólogo pero, a falta de éste, comencemos a atacar el problema con una minuciosa mirada a los provenientes de Cornwall y su posición. Conocidos como “los mejores mineros de roca dura del mundo”, su superioridad técnica y experiencia eran incuestionables. Además de su técnica y su bravura, trajeron con ellos su habilidad para la improvisación que es, probablemente, la esencia de la minería. A pesar de todas estas cualidades que les hacen sumamente recomendables, aquellos mineros estaban todavía sujetos a problemas que pueden catalogarse bajo el término de “anomia”.*

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Como el lector recordará, John Taylor le dio prioridad a la calidad del personal seleccionado para la Compañía de Caballeros Aventureros en las Minas de Real del Monte. Y, con John Taylor a cargo de cumplir con esta instrucción, podemos estar seguros que se hizo todo lo posible por encontrar a los mejores hombres para ocupar los diferentes puestos. Pero sólo escuchemos lo que Henry G. Ward dice al respecto, a tan sólo dos años (1827) de la llegada de los hombres seleccionados, provenientes de Cornwall:

“Las clases bajas parecen operar un cambio al abandonar su país de origen...que los convierte en los más ineficientes seres humanos...la indolencia, obstinación e insolencia reemplazan rápidamente aquellas cualidades por las que las clases obreras son reconocidas en su patria”[13].

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Todd cae en el error de una sobre-simplificación cuando embellece la condena de Ward, con la siguiente declaración:

“Las ´clases bajas´ de Cornwall vivían en un estado de perpetua inseguridad económica y sólo podían soportar las miserias de su vida temporal mediante la contemplación de las recompensas que esperan por ellos en el paraíso, como premio por su laboriosidad, frugalidad y devoción a su labor. La seguridad sólo podía encontrarse en la fuerza espiritual que provenía de su asistencia a la capilla metodista”[14].

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Posteriormente, Todd reporta que, en ninguna frase de la correspondencia entre el militar Vetch y John Taylor hubiera referencia alguna que sugiriera que la capilla metodista fuera un conducto hacia la solución de los problemas de los trabajadores.

La realidad es que no habría podido existir un final a los problemas de adaptación de los trabajadores de Cornwall en México y, desde cierto punto de vista, es casi milagroso que no hubiera más problemas aún. De hecho, ningún otro grupo de británicos tuvo que soportar un medio ambiente más extraño, un paisaje más hostil y unos habitantes nativos más ajenos y difíciles de comprender para la mentalidad de Cornwall. Si los hombres eran demasiado viejos, como ocurrió ocasionalmente, simplemente no podían adaptarse, y contamos con un amplio espectro de “gente industriosa y sobria” que se negó a trabajar e incluso se enfrascó en pleitos de borrachos. Todo estaba en contra de los mineros de Cornwall, desde los debilitantes efectos de la altitud, hasta la falta de vida familiar y de cualquier entretenimiento en los momentos de descanso.

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Un hombre tan piadoso como Henry Gooch, patrocinado por la Sociedad Religiosa de la Comarca en Londres, comenta sus descubrimientos cuando visitó las minas de Pachuca en 1863:

“Lamentamos agregar que, en muchas instancias, los hombres de Cornwall han demostrado ser mucho menos manejables que los nativos y, por su conducta reprobable, han reforzado la intolerancia prevaleciente hacia los extranjeros”[15].

Esta situación no solamente se detectó en los primeros años de la labor de los hombres de Cornwall. En 1883, un corresponsal americano, William Henry Bishop, quien acompañaba a Thomas Bucklehurst, escribió: “Ellos (los hombres de Cornwall en Pachuca) manifiestan una ruda independencia de carácter, plagada de insolencia, en su nuevo medio ambiente.”[16] Y ello ocurrió 43 años después de que, finalmente, se inició la Congregación Metodista de Cornwall.

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¿Y qué decir del inevitable choque entre los mineros de Cornwall y los mexicanos? ¿Y porqué era “inevitable”? Un irreconciliable grupo de valores hicieron que el entendimiento entre los celtas anglosajones y los indígenas latinos orientales fuera casi imposible. Los de Cornwall estaban profundamente influidos por los principios de la Revolución Industrial y la Ética Protestante de Trabajo, lo cual era un concepto desconocido para los indígenas, para quienes la acumulación de bienes materiales tenía muy poco significado. Se han escrito grandes cantidades de obras con respecto de esas diferencias fundamentales, de manera que suficiente será mencionar que era necesario mantener una constante vigilancia si se pretendía mantener la paz. Los ingleses habían sido severamente advertidos de que debían mantener el control, y aquellos que eran descubiertos por no poder vivir bajo los requerimientos de disciplina impuestos por el gobierno mexicano, eran enviados de regreso a su país. Probablemente en esta área de las relaciones humanas, John Rule mostró su mayor fuerza de carácter, siempre esforzándose al máximo por acatar las disposiciones de las autoridades mexicanas. De alguna manera, Rule apreciaba el punto de vista no utilitario de los mexicanos, debido a su afecto instintivo por la belleza y la vida humana. No era así para el Capitán Vetch, quien nunca pudo percatarse de que muchas generaciones de trabajo en las minas había convertido al minero mexicano en un ser nunca superado en el campo. Vetch se mantenía en su opinión de que, mientras mayor fuera la confianza depositada en el trabajador nativo, mayor sería la eventual decepción. El sentimiento general era que los mexicanos mostraban cierto talento para la operación de la maquinaria a vapor y de las bombas, si recibían el entrenamiento apropiado por parte de los británicos y, cuando estos hombres semi-entrenados fueron reclamados por el ejército, el clamor fue estruendoso.

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Existe un análisis particularmente agradable en el libro de Todd, en el que contrarresta las quejas en gran medida al señalar que, de alguna manera, el minero de Cornwall “no era tan distinto” al mexicano: [17] a pesar de no contar con adornar los altares con flores frescas como el mexicano católico, el minero de Cornwall entonaba himnos metodistas al volver “al césped”, es decir, sobre la tierra. También, en el caso de ambos grupos de mineros, el dinero quemaba los bolsillos. Ambos grupos se negaban a trabajar los domingos y, como mucha gente que trabaja en pasajes oscuros, aislados del mundo exterior, tanto los de Cornwall como los de México eran supersticiosos, llenos de presentimientos y creían en espíritus de las montañas. Existía la arraigada y común creencia de que si una mujer entraba a las minas, la veta de mineral desaparecía de inmediato. Lo anterior excitó la curiosidad de la audaz Mme. Calderón de la Barca.

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Hasta el momento, hemos invertido una gran cantidad de tiempo y esfuerzo deseando comprender a los mineros de Cornwall que vinieron a trabajar a las minas de Pachuca y Real del Monte.  Pero ¿qué ocurría con sus esposas? Debemos volver a las reflexiones de Fanny Calderón de la Barca al respecto, una vez más, alrededor de 1842:[18]

“Los directores ingleses, cuyas esposas se enterraron en aquellos abismos (en referencia al asentamiento de San Miguel Regla, que ella estaba visitando), deben sentirse más agradecidos con ellas que cualesquiera otros esposos hacia sus sacrificadas mejores mitades. Para los hombres, ocupados todo el día entre sus trabajadores y la maquinaria, y regresando tarde en la víspera para cenar y dormir, la mortificación no es tanta; pero una pobre mujer, viviendo sola, en una casa rodeada por rocas gigantes; con ningún otro sonido en sus oídos, de mañana a noche, que el rugido de los truenos o el escándalo de las máquinas, necesitaría, para su comodidad personal, contar con la más romántica imaginación, para consolarse a sí misma sintiéndose como una princesa encantada en el castillo de un gigante, o con un espíritu más bien vulgar que se conformase con tejer calcetas al ritmo de las cascadas, y no sentir otra inconformidad por la tormenta que la certeza de que su esposo requeriría ropas secas al llegar a casa”.

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¿Durante cuánto tiempo continuó esta excesivamente azarosa empresa? Cada carta que quedó en la oficina del director de Real del Monte, destinada al escritorio de John Taylor en Londres, contenía la esperanza, “Si no ocurre otro impedimento...” y la consecuente correspondencia, invariablemente expresaba la triste realidad, “Los gastos no han permitido ganancia alguna...”. De hecho, los Caballeros Aventureros habían generado grandes utilidades al gobierno mexicano y el estado de Hidalgo estaba disfrutando de una prosperidad desconocida hasta el momento. Sin embargo, los estados financieros de los años 1824 a 1836 no tenían buena cara: [19]

- Gastos de las Minas de Real del Monte:         $ 6,815,171

- Plata vendida:                                          $ 2,586,112

- Deuda de la compañía:                              $ 4,229,059

 

Los directores de la compañía intentaron todas las formas de persuasión para lograr mejores términos de relación con el gobierno mexicano. Ellos señalaban las ventajas que implicaba la empresa para México y enumeraban los enormes problemas crónicos que enfrentaban: la constante necesidad de retirar agua, las dificultades de transportar las máquinas de vapor desde el Golfo a través de un terreno irregular, el conflicto que representaba el ensamblaje y mantenimiento de la maquinaria con equipo insuficiente, la laberíntica tarea de combinar diversas nacionalidades para crear una fuerza de trabajo eficiente, etc.

A todos estos convincentes argumentos, aparentemente el ministro de finanzas de México hizo oídos sordos, de manera que, para 1847, el estado financiero había empeorado:[20]

- Inversión en las Minas de Real del Monte:      $15,381,633

- Plata vendida en 23 años:                          $10,930,475

- Pérdida total de la Compañía:                     $  4,451,158

 

El fin había llegado. El 30 de marzo de 1848, Mr. William Rule recibió una carta de Londres, indicándole que sería “prudente suspender operaciones”. Las razones de esta drástica decisión en ese momento en particular fueron las siguientes:

  1. Los directores de la Compañía estaban convencidos de que la situación mundial estaba en tal estado de trastorno, que una solicitud de más dinero de los accionistas no tendría efecto;

  2. Las condiciones en México habían llegado a tal grado de desorden que la propiedad privada era insegura y la inversión privada era riesgosa. La guerra con los Estados Unidos estaba en su clímax y México estaba en caos;

  3. 1848 fue un año de revoluciones extendiéndose por toda Europa, con una definitiva influencia en el hemisferio occidental. Con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, México cedió California y Nuevo México a cambio de $15,000,000 y la cancelación de todo reclamo en su contra por ciudadanos norteamericanos, un monto estimado en $3,250,000.

 

Las repercusiones de esta decisión de interrumpir cualquier exploración minera y de continuar solamente con el trabajo de mantenimiento que fuera necesario para impedir que las minas se inundaran, se sintieron en muchos villorrios aislados de Cornwall. Las “pensiones” fueron una de las primeras instituciones de la Compañía y constituyó un delgado pero fuerte lazo entre Londres y Cornwall, de donde muchas familias y viudas de mineros dependían para sus pagos mensuales. A pesar de que hubieron muchos errores inevitables en el mantenimiento de los complicados registros, el principio de que la frugalidad seguía a la limpieza, que a su vez seguía a la santidad, era la creencia prevaleciente y la dependencia de la Compañía era muy grande. La estrechez financiera debilitó este importante lazo, que estaba costándole 400 libras mensuales a la Compañía.

Así termina otra era de la empresa minera de Pachuca / Real del Monte. Su breve duración de sólo dos décadas desmiente el longevo significado de la Compañía de Caballeros Aventureros. Su espíritu pionero y voluntad de apostar permanecieron en la fundación durante el siguiente siglo y, sin duda alguna, establecieron fuertes lazos entre México e Inglaterra, particularmente con Cornwall.

 

De manos de William Rule, un escocés de nombre John Hitchcock Buchan recibió la administración de la mina. La Compañía fue vendida a dos mexicanos por 5.3 millones de dólares (1.5 millones de libras esterlinas). Los nuevos dueños reconocían la habilidad cuando la veían, y la venta dependió de que Buchan permaneciera en su puesto de administrador. Se sobrevino un inmediato incremento en la producción y una disminución de costos. De acuerdo con Todd, en 1852, la maquinaria y la tecnología era equiparables con cualquier mina de cobre o de estaño de Cornwall. Este hecho se confirma por las cantidades que demuestran que, entre 1849 y 1865, había una clara utilidad de $12,000,000.

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John Buchan fue un “gigante”; no fue accidental que él disparara la bonanza de la plata, la veta del Rosario, que había eludido consistentemente al Capitán Vetch y a John Rule. Con el descubrimiento, que creció durante muchos años, Real del Monte dejó de ser el centro de operaciones. También por aquella época que los metodistas comenzaron a ejercer cierta influencia sobre la comunidad minera. A pesar de que la congregación había iniciado en 1840 e incluso se había dedicado a labores evangelizadoras entre la población católica mexicana, en general habían permanecido en aislamiento de lecturas bíblicas. Es un hecho curioso que la Iglesia Metodista de Cornwall no sólo no haya enviado a un ministro, sino que no mostró interés alguno en el desarrollo espiritual de la comunidad minera. La Iglesia Metodista neo-gótica, que puede verse a la derecha de la plaza principal de Pachuca en nuestros días, no se terminó sino hasta 1901 y ha pertenecido a los mexicanos desde 1914.

La Iglesia Metodista puede no haber prosperado de manera evidente durante la segunda mitad del siglo XIX, pero muchos otros aspectos de la comunidad de Pachuca se desarrollaron durante ese período. Agradecemos el contar con Thomas Brocklehurst, un muy astuto observador, por sus numerosas reflexiones gráficas acerca de la vida y las actitudes en Pachuca durante los primeros años de la década de 1880, cuando llegó de visita. Para comenzar, Brocklehurst declara líricamente que”visitar México sin ver las minas de plata sería equivalente a ver ´Hamlet´ sin el Príncipe de Dinamarca”[21]. Esto ocurrió en 1883, cuando la población de Pachuca era de 25,000 habitantes y escuchemos qué más nos tiene que decir:

“Desde el lodoso río, que corre a través de la ciudad, las casas y la minería constituyen terrazas sobre terrazas a cada lado. La iglesia está ruinosa, el mercado es un montón de suciedad, las calles estrechas y abominables; en una palabra, es una ciudad minera en la que los altos salarios semanales de los trabajadores se pierden en apuestas o en bebidas diarias, y las mujeres y los niños están abandonados al hambre y a la lucha durante los siguientes seis días, haciendo lo mejor que pueden. Si este no es el caso, las apariencias externas son engañosas”.

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Reau Campbell, autor de una guía turística en 1895, nos informa que es posible acceder a Pachuca a través de cuatro vías férreas distintas:

  1. Por la Vía Hidalgo, la principal,

  2. Por una rama de las Vías Férreas Centrales de México desde Tula,

  3. Por una rama de la Vía Férrea Interoceánica, y

  4. Por una rama de la Vía Férrea Mexicana.

 

Ya hemos descubierto que la opinión de Brocklehurst tiende a ser sombría, de manera que la siguiente cita no debe causar sorpresa; pero es clarificadora en cuanto al punto de vista de los mineros de Cornwall con respecto de su tierra natal, en la década de 1880:[22]

“Había muchos buenos mineros de Cornwall en la ciudad, esta gente de buena cuna se distinguía de los nativos tanto por su apariencia como por su idioma. Yo hablé con muchos de ellos; eran muy observadores y bien-hechos; fue doloroso escucharles quejarse de Inglaterra y de que fueron olvidados y descuidados en las condiciones en las que se permitieron caer, antes de emigrar de Cornwall; de hecho, utilizaban tal lenguaje en contra de las clases más altas del país que sentí temor de pensar que, incluso en el presente, había dignos y sufrientes obreros en Inglaterra que se consideraban olvidados por aquellos que tenían el poder de alterar las condiciones o las leyes, que afectan las ocasionales depresiones en los negocios y el comercio”.

Brockehurst tiene una interesante descripción de su descenso al interior de una mina.

En un “pequeño y lodoso cubo de acero” desciende 540 pies, hasta el fondo de la mina. En ésta en particular, hay de 500 a mil hombres trabajando. En el ascenso, los hombres son cuidadosamente revisados y el robo se castiga con la prisión o prestando servicio en el ejército. Nuestro autor encontró muy complicado el proceso y señala dos conclusiones básicas:

 

Las vetas van del noreste al suroeste;

Cuanto las vetas se dividen en dos ramas, en la coyuntura de ambas es en donde los metales preciosos se encuentran en mayor concentración.

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Una segunda descripción de Mr. Brockehurst merece especial atención pues pertenece a Velasco que, después de San Miguel Regla, fue probablemente la más importante planta de reducción (“hacienda de beneficio”) del área.

Velasco era una vieja hacienda española, “más parecida a una ciudad que a una granja”, en un hermoso lugar con “impresionantes portales fortificados”. Ha tenido varias funciones, por ejemplo, como residencia de verano del director de la mina, y ha sobrevivido grandes cataclismos en la historia de México. Actualmente pertenece a la familia Sánchez Mejorada, que jugó un importante papel en los asuntos legales de la “Sociedad Aviadora de Minas de Mineral del Monte y Pachuca”, nombre dado a la sucesora de la Compañía de Caballeros Aventureros. Sabremos mucho más acerca de Velasco cuando lleguemos al siglo XX.

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Antes de cerrar la cortina sobre el siglo XIX, debemos hacer mención de dos “gigantes” que dominaron la escena por su liderazgo y sus logros. El primero de ellos es Richard Honey, de Clarewater, Cornwall, en donde nació el 17 de marzo de 1839. Él fue, probablemente, el más colorido y exitoso de los empresarios de Cornwall en México. Siendo muy joven, llegó a Pachuca a trabajar en las minas. Contrajo nupcias con Emma Jane Phillips, también de Cornwall y hermana de Thomas Lakeside Phillips, quien se convertiría en uno de los mayores pilares de la comunidad británica en la Ciudad de México. Richard y Emma Jane tuvieron nueve hijos, la mayoría de los cuales se casaron con reconocidos ingleses, por lo que el árbol genealógico de la familia Honey tiene muchas ramas intrincadamente tejidas en la historia de los británicos en México.*

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Pero Richard no estaba contento siendo minero. Era un hombre de gran visión y no fue mucho después de su llegada que estableció la fundición de acero “La Encarnación”. En Taxquillo, en el estado de Hidalgo, todavía existe un monumento a Richard Honey, el primer puente de acero construido en México. También estaba en el proceso de construir una vía férrea de Pachuca a Tampico, cuando intervino la Revolución. Las propiedades de los Honey eran enormes, pero sus oficinas centrales estaban en Ixmiquilpan, Hidalgo, una hacienda famosa por su gentil trato a sus trabajadores. Los hijos de los Honey fueron educados de manera sencilla y se les obligó a aprender a hablar en otomí, como atención a los trabajadores del rancho y a sus hijos. Este hombre de Cornwall, de seis pies de alto, a quien el Presidente Díaz se deleitaba en llamar “Gran Bretaña”, procedió a ocupar la presidencia de tres bancos, dos concesiones mineras y otras numerosas posiciones de poder en el mundo del comercio y la industria. Falleció el 14 de junio de 1913[23].

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El otro “gigante” de Cornwall, correspondiente a las últimas décadas del siglo XIX fue Francisco Rule.* Nacido en Cornwall en 1837, en donde su padre era minero de estaño, Francis decidió, a los 17 años, tomar un bote de Penzance a México “o a Australia, lo que llegue primero”. Llegó a Real del Monte sin conocer a nadie y comenzó a trabajar en el turno diurno de la mina de plata, a 14 centavos diarios. Desde el principio, este chico parecía tener una misteriosa habilidad para localizar vetas potencialmente ricas y desarrolló una reputación como prospecto para aquellos apostadores que deseaban invertir. Trabajó en Real del Monte hasta ocupar la posición de capataz y, posteriormente, fue conocido como Capitán Francis Rule. En su tiempo libre, se dedicaba a investigar minas abandonadas.

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Es tan larga como impresionante la lista de minas y compañías que fueron propiedad de este empresario espectacular, Santa Gertrudis fue la primera veta importante descubierta por él, que sería seguida muy pronto por la mina de Santa Ana. La Compañía Minera La Blanca y Anexas se hizo parte de las propiedades de la familia Rule. La Compañía minera Maravillas y Anexas, otra empresa sumamente lucrativa, también fue propiedad del Capitán Francis Rule y dirigida por otro hombre de Cornwall, Thomas Lakeside Phillips, cuñado de Richard Honey.

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Francisco, como empezó a ser conocido, se casó primero con una chica de Cornwall, quien le dio cinco hijos pero nunca le gustó vivir en México. Su segunda esposa era de Guadalajara, Cristina Cárdenas, y era 48 años menor que Francisco. Tuvieron seis hijos y, para entonces, la familia Honey vivía en la Ciudad de México. Cristina demostró tener talento para los negocios al vender algunas acciones de la mina e invertir en valiosos bienes raíces urbanos, como los ubicados en las calles de Madero y Gante, San Juan de Letrán, etc. Vivían en una residencia enorme en la calle Amazonas, en la Colonia Cuauhtémoc, área en donde habían solamente diez o doce casas, incluyendo la Legación Británica. Francisco, siempre de excelente salud, murió a la edad de 92 años, en 1929. Después de su muerte, Cristina se mudó al penthouse del Hotel María Cristina, que había construido como inversión en el jardín de la gran casa de Amazonas. Entre las propiedades de los Rule se encuentra una enorme casa en Pachuca, así como en México, y ocho haciendas en Hidalgo y Querétaro, incluyendo al famoso “Galindo”. De acuerdo con su hija, Francisco y Richard Honey fueron amigos ¡y hablaban entre ellos en otomí!

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Con esto llegamos al año de 1900. Este año prevalecerá en la historia de México como el año de la fundación del primer club de fútbol soccer en el país, conocido como el Club Atlético Pachuca. Este es un hecho poco conocido que escasamente se cree en esta nación tan apasionadamente devota del soccer (“fútbol”), el deporte nacional. Los siguientes hombres conformaron el primer equipo:[24]

Charles Dawe

James Bennetts

William Blamey

William Brag

Percy Bunt

Albert Pengelly

John Dawe

John Bennetts

Richard Sobey

William Thomas

Lionel Bunt

William Pengelly

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Con el fin de estimular la competencia, estos pioneros motivaron la formación de equipos de soccer en la Ciudad de México y Orizaba. El primer campeonato se realizó en 1902. En el torneo de 1904-1905, “El Pachuca” obtuvo el primer lugar.

El tiempo corre en esta época y en el horizonte se vislumbran grandes cambios. A manera de resumen, escuchemos un relato de Mrs. Carne, quien nació en Pachuca y cuyo padre trabajó en la mina de Santa Gertrudis. Sus recuerdos capturan el espíritu de aquellos días en Pachuca, antes de que la Revolución barriera con todo, durante algunos años.

“...los recuerdos de Pachuca están llenos de nostalgia: de Mrs. Pearce, que tenía una casa de huéspedes, “Casa Molan”, cerca de la fábrica de Guerrero; de la capilla y la escuela dominical junto con el canto de los himnos y la risa de los niños mientras intercambiaban sus historias de Cornwall y de México; y de los trenes especiales para transportarlos por el país a sus “tardes de té”. Después de la iglesia y la capilla en las tardes de domingo, las damas caminaban, desfilaban y mostraban sus últimas modas en el jardín alrededor de la Torre Rule, en la plaza central, en donde las coloridas bandas mexicanas tocaban en las noches cálidas y fragantes; y sus esposos bebían y hablaban escandalosamente en el Hotel de Cornwall de los Baños. Para los de Cornwall, éste era un paraíso nunca soñado en su tierra natal. Había muchos sirvientes y eran maravillosos con sus hijos; los muebles domésticos eran fabricados por los talentosos y artísticos carpinteros mexicanos; y las dos hermanas Lily y Minnie Penpraze, proporcionaron todas las bendiciones de la educación en una escuela de Cornwall”[25].

 

Posteriormente, en 1906, la sociedad Aviadora de Minas del Mineral del monte y Pachuca, que había sido de propiedad mexicana desde 1849, fue vendida a la American Smelting and Refining Company (ASARCO). El nombre fue cambiado a “Compañía de Real delo Monte y Pachuca”. Este fue el preludio de la Revolución para los habitantes de la región. No podemos hacer otra cosa que volver a las impresiones de Mrs. Carne:

“Esos apacibles días desaparecieron en 1906 cuando, casi sin previo aviso, se dio un cambio en el lugar con el cambio de propietarios de las minas. Surgieron intensos sentimientos en contra de los nuevos directores norteamericanos y todos los extranjeros, incluso los de Cornwall, fueron clasificados como “gringos”. Sus tiendas fueron saqueadas y las ventanas de sus casas fueron bombardeadas con rocas y piedras. (Mrs. Carne) se sentó a salvo y serenamente durante el ataque, pues su casa estaba protegida por barras de acero por fuera y por fuertes contraventanas en el interior”.[26]

Un suceso posterior marca el paso del ambiente del siglo XIX, justo antes de entrar en el caos de los años revolucionarios. En el muy significativo año de 1906, se comenzó la construcción de la Torre del Reloj, que se ha convertido en el símbolo de Pachuca. De 40 metros de altura y fabricada de piedra blanca de las zonas aledañas a Tezoantla, este monumento se localiza en la plaza principal de la Independencia. El carillón se compró en Austria y la réplica del Big Ben se escuchaba marcando las horas y sirviendo como un constante recordatorio de la presencia británica, pasada y presente, en Pachuca. Esta torre única fue inaugurada el 15 de septiembre de 1910, en honor al glorioso centenario, por el Presidente Porfirio Díaz. “Las damas modelando sus últimas modas en el jardín alrededor de la Torre Rule” muy seguramente no tenían idea de que su tiempo era limitado; nadie hubiera podido predecir con precisión lo que deparaba el futuro de México. Pero, muy pocos meses después de la memorable celebración, “el viento que barrió México” desencadenó su furia.

 

[1] Gutierre Tibón. Aventuras en México, 1937-1983. Página 157.

[2] Ibid.

* Otra fuente explica que la palabra original era “Pachoa”, que significa “ lugar estrecho”. En cualquier caso, “Pachuca” es una deformación castellana.

[3] A.C. Todd.  Search for Silver (La Búsqueda de Plata), 1824-1947. Página 16.

* “beneficio” significa “extracción de mineral” en la terminología del “proceso de patio”

* El “azoguero” era la persona responsable de agregar la cantidad adecuada de mercurio en el momento justo. En gran medida, el proceso dependía de las habilidades de estas personas y los más experimentados eran muy demandados.

* En la literatura minera, la palabra “aditamento” se utilizaba de manera tan casual que me sentí culpable de acudir al diccionario Webster para encontrar una definición. Cuando ésta no apareció en el diccionario, recurrí a Mr. Bruce Bryan, quien no solamente proporcionó una definición comprensible, es decir “un pasaje casi horizontal que guiaba hacia el interior de la mina”, sino que agregó, tranquilizadoramente, que esta no es una palabra común para la gente ajena a la minería. 

[4] Frances Calderón de la Barca. Life in México (La Vida en México). Página 170.

[5] Todd. Op Cit. Página 16.

[6] Reau Campbell. Complete Guide and Descriptive Book of México (Guía Completa y Libro Descriptivo de México). Página 136.

[7] Michelin. England, the West Country (Inglaterra, el País del Oeste). Página 43.

[8] Ibid.

[9] Op Cit. Todd. Página 43.

* Siempre que se menciona el nombre de St. Ives, la gente, inconscientemente o tal vez conscientemente, ofrece una mirada de sorpresa. ¿Será que vuelve el recuerdo de la niñez de

“Cuando iba a St. Ives, conocí un hombre con siete esposas,

Cada esposa tenía siete sacos, cada saco contenía siete gatos,

Cada gato tenía siete gatitos: Gatitos, gatos, sacos y esposas,

Cuántos eran yendo a St. Ives?”

[10] Ibid. Página 30.

[11] Op Cit. Calderón de la Barca. Página 172.

[12] Op Cit. Todd. Página 102.

* La palabra “anomia” se define en el diccionario Webster como “falta de propósito, identidad, etc. Falta de arraigo”.

[13] Ibid. Páginas 63-64.

[14] Ibid. Página 64.

[15] Henry Gooch. México, The Country, History and People (México, el País, la Historia y la Gente). Página 224.

[16] Op Cit. Todd. Página 154.

[17] Ibid. Página 51

[18] Op Cit. Calderón de la Barca. Página 175.

[19] Todd. Op Cit. Página 125.

[20] Ibid. Página 147.

[21] Thomas Unett Brocklehurst. Mexico Today: A Country with a Great Future (México Hoy: Un País con un Gran Futuro) Página 136.

[22] Ibid. Página 138.

* La mayor parte de la información biográfica es gracias a Patrick Honey, nieto de Richard Honey.

[23] Conversación con Patrick Honey.

* No relacionado con el anteriormente citado Rule. Los siguientes detalles de su vida fueron resultado de conversaciones con su hija, Lucha Rule de Rivas Mercado, quien vive actualmente en Polanco, en la Ciudad de México.

[24] “Revista de América”, 18 de marzo de 1967.

[25] Todd. Op Cit. Página 143.

[26] Ibid.

 

Fin de la Parte Uno

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Antes de comenzar con la Parte Dos, la fase contemporánea de este drama, hay dos concepciones erróneas que deben ser refutadas:

1) Existe una tumba en el Cementerio de Real del Monte que tiene grabado el nombre de Richard Bell. No tiene relación alguna con el famoso “Payaso Bell”, que fascinó a las audiencias mexicanas durante el “Porfiriato” y que fue enterrado en Nueva York, en 1911. Todd nos ayuda a aclarar la confusión cuando habla de un “Grupo de noviembre (que iba de México a Inglaterra en 1884), formado por Richard Bell, su esposa y sus cuatro hijos...como fundidor en jefe con un salario de $1,000 al año...”[1]

2) De alguna manera, se hizo una conexión entre los nombres del Conde de Regla y Francisco Rule. Rule significa regla, en español. No existe relación alguna entre estos dos nombres.

 

[1] Ibid. Página 145.

 

Segunda Parte

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Como se mencionó en la introducción, esta segunda parte es el punto principal de nuestro ensayo. Se pretende que sea menos una historia que un estudio social. ¿Qué impulsa a los residentes de Pachuca, durante tres décadas, aproximadamente de 1918 a 1947, a la decisión unánime de que era una vida grandiosa del tipo “no pude haber deseado una mejor infancia”?

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Tal vez la primera impresión que uno recibe al leer la correspondencia personal de los residentes anglo-americanos de Pachuca es la extraordinaria camaradería que existía en la Colonia. “No había líneas de clase en Pachuca, con excepción de los mineros. Los Capitanes de las minas estaban incluidos. Todos nosotros éramos amigos sin importar la posición dentro de la Compañía Real del Monte. Los mexicanos entretenían y eran entretenidos. Todavía existe una circular, a sesenta años de distancia, en la que se informaba a los adultos de los pormenores de unos y otros”. Desde luego, los adultos deben haber estado muy al tanto de la persona del Director General y sus asociados, del Jefe y sus asociados, y del Superintendente de la planta y sus asociados. Pero esta información era material sazonado para la estratificación social y no había acceso a ella para los niños.

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Platicando con Antonieta Sánchez Mejorada, uno se da cuenta que, aunque su nombre es uno de los pocos nombres hispanos en la lista de estudiantes de la American School, no hacía diferencia alguna en ella. Incluso, ella dice “La mayoría de ellos iban a la Iglesia Episcopal; yo iba a la católica*. Pero eso no importaba, todos éramos amigos”. La Familia Sánchez Mejorada proporcionaba asesoría legal a la Compañía Real del Monte.

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Otro ejemplo de la ausencia de discriminación por nacionalidad proviene de una de nuestras principales fuentes de información, Cornelia Lee (más tarde Bucknall). Ella era maestra en una época en la que se enseñaba inglés a los niños desde kindergarden, de manera que pudieran ingresar más tarde a la American School. Una de sus alumnas fue Fernandita Gil, de cinco años, cuyo padre era Don Paco Gil, eminente abogado de Pachuca. Cuando falleció el padre de Cornelia, Don Paco acompañó al cortejo fúnebre a lomo de caballo, desde Pachuca hasta el cementerio de Cornwall en Real del Monte.

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Además de la cálida y amistosa atmósfera, había muchos otros innegables beneficios materiales de la vida en Pachuca. Había servicio doméstico disponible; la mayoría de las casas contaban con cocinera, sirvienta, lavandera, mozo y jardinero. Además, la Compañía proporcionaba educación y servicios médicos gratuitos en el hospital atendido por tres doctores y enfermeras. La electricidad y los teléfonos también eran pagados por la Compañía, así como el agua y la madera para las grandes estufas de las cocinas. De hecho, el sistema telefónico era propiedad de la Compañía y nadie tenía un número particular; simplemente había que mencionar el nombre de la persona con la que se deseaba hablar al operador telefónico.

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Antes de 1922, la mayor parte de la Colonia vivía en secciones remodeladas de viejas haciendas. Eran hermosas residencias, incluyendo la antigua casa del Conde de Regla, con oficinas y un salón de baile en el primer piso. También había una casa de 16 habitaciones que había pertenecido a un médico. Mrs. Helen Saunders (Embury, de soltera), recuerda su vida en el segundo piso, junto al puente de una vieja “hacienda de beneficio”. ¡Dos veces al día, llegaban los tranvías llenos de mineral y, con gran escándalo, eran vaciados en las fosas! Pero eso era en 1918. Cuatro años más tarde, la Compañía construyó un fraccionamiento en los bordes de la ciudad: primero, eran cuatro casas de dos aguas estilo americano, la quinta llegó rápidamente. Después, había 13 casas más. El conjunto habitacional fue conocido como la “Colonia Madera” (sic), y la familia Embury ocupó una de las primeras casas que se construyeron. Como Mrs. Embury era la única interesada en la jardinería, tuvo el placer de dirigir la plantación de árboles, sembrar los prados y cultivar vegetales y flores. Desde luego, contaba con gran ayuda en las tareas manuales, lo cual le otorgaba libertad para los aspectos creativos.

 

La American School se inició en 1919 con el sustento de la ASARCO. Indudablemente, fue el centro de las actividades comunitarias y el único requerimiento para la inscripción era contar con cierta familiaridad con el idioma inglés. Mary Waters, la directora, mantenía “altos niveles, perfecta disciplina y un ambiente alegre”, de acuerdo con un informante. Habían aproximadamente 20 estudiantes en cada sección, desde kindergarden hasta octavo grado. Para aquellos estudiantes cuyo nivel de inglés no era el requerido, estaba la “Escuela de Miss Pengelly”, al que acudían niños mexicanos, en su mayoría, con el fin de mejorar su inglés. Extrañamente, ¡también era conocida como la British School”!

 

Es interesante comparar los nombres de la comunidad de Pachuca en aquella época con aquellos que se encuentran en las lápidas del Cementerio de Cornwall en Real del Monte, muchos de ellos de alrededor de cien años de antigüedad. Estaba Harold Pengelly, Cónsul Británico Honorario durante muchos años y un personaje cuyas hazañas fueron legendarias. La familia Ough, con Walter vivo y bien en Nueva Zelanda y Amy Rule (antes Ough), quien murió en el American British Cowdray Hospital (ABC) en la Ciudad de México, en 1990. Mary Chinn, de Cornwall, era famosa por su pastel de Navidad. Los Bennett, cuya hija Mabel se casó con el prominente banquero y financiero Jules Lacaud; tuvieron cinco hijas y todas ellas fueron miembros muy destacados de la comunidad británica en la Ciudad de México. Se encuentran muchos otros nombres repetidos: Trelease, Sobey, Rabling, Jenkins, Scobie, Northey, Skewes, Stribley, Pascoe, Ludlow, Dawe, Phillips, Trevethan, Pempraze, Bray y Chynawith. Hay un dicho que dice “Tre-Pal-y –Pen son los signos de los de Cornwall”. Maud Russey era de Cornwall en Real del Monte*. Bruce Bryan, un muy valioso corresponsal nacido en Pachuca, recuerda a un sujeto británico que trabajaba para su padre, jefe metalúrgico de la fábrica de Loreto – “Cap” Walters” – que había luchado en la guerra de Boer y que nunca bebía agua. Siempre decía “Tienes lodo en el ojo” ¡y se bebía media botella de cerveza!”.

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Ahora que ya contamos en el elenco de personales firmemente claros en la mente, investiguemos lo que ocurría en Pachuca. Debe recordarse que México todavía imperaba un clima violento entre 1919 y 1922, y los gritos en las calles no eran poco comunes. Como cualquiera podría esperar, la Hermandad Femenina de la iglesia hacía ropas para un orfanato y organizaba un bazar anual. El mah-jong era popular entre las mujeres, siendo posteriormente reemplazado por el bridge. El Día del Imperio (24 de mayo) y el Cuatro de Julio significaban grandes fiestas campestres. ¡Pero, seguramente, estos dos eventos del año no era suficientes para provocar el enorme entusiasmo con el que todas las cartas eran respondidas! No, si se ha de decir la verdad, hasta 1923, lamentablemente había muy pocas actividades extra-curriculares para los niños. Y, repentinamente, apareció en escena un hombre, el Reverendo Harry O. Nash y su esposa, y no es exagerado decir que ellos hicieron la diferencia. El Reverendo pertenece a la categoría de los “gigantes”.

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Antes de investigar los cambios producidos por este extraordinario individuo, hablemos un poco acerca de él. Harry Oswald Nash nació en Croydon, Inglaterra, 1882, el penúltimo de cinco hijos. Cursó la carrera naval al servicio de su Majestad en Hong Kong y después en el Mediterráneo. En 1902, a la edad de 20 años, se retiró a causa de problemas de salud. Posteriormente, estudió el ministerio en la Escuela de la Catedral St. Alban, en Toronto. Casado y con tres hijos, se desempeñó como capellán civil en Carolina del Norte, durante la Primera Guerra Mundial. *

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Posteriormente, en 1923, el Reverendo Nash recibió la designación de las Misiones Episcopales de radicar en Pachuca, “un campo minero situado a 60 millas al norte de la Ciudad de México”. Inmediatamente después de su llegada, el Reverendo se impresionó por la falta de instalaciones recreativas proporcionadas por la compañía minera para los niños de la colonia anglo-americana. Una de sus primeras decisiones fue trabajar con sus cuerpos y mentes, con el fin de encontrar la naturaleza espiritual de los pequeños. Se percató, desde el principio, que sin la cooperación de la ASARCO, no sería capaz de proporcionar las condiciones físicas necesarias para sus planes, pero encontró una completa disponibilidad de la Compañía para prestar el apoyo que él requiriera.

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Junto a la Iglesia Episcopal de San Jorge en Pachuca, había una propiedad llamada “La Luz”, que fue donada al Reverendo Nash por la Compañía Real del Monte para sus proyectos. Las viejas construcciones fueron convertidas en talleres de entrenamiento manual y en gimnasio, un largo salón para reuniones y un auditorio con escenario. Incluso se construyó una casi primitiva alberca de concreto. La Compañía asumió la responsabilidad de equipar y mantener estas instalaciones cuando fue evidente el tesoro que tenían en el Reverendo Nash. Muchos adultos, ciertamente impresionados, prestaron voluntariamente su tiempo y su energía. A este respecto, los nombres de Mrs. Robin (se pronuncia ROW-BIN), Mrs. Minnie Seaver, quien era madrina de media comunidad, Amy Ough de Rule y Mrs. Waters merecen recibir mención especial, a pesar de que muchos otros hombres y mujeres se unieron al proyecto.

 

“La vida en Pachuca para los niños de la comunidad anglo-americana se convirtió en un aspecto nuevo y excitante con la llegada del Reverendo H. O. Nash y su familia”, escribe Cornelia Bucknall. “A causa de las numerosas actividades y experiencias que fueron puestas en actividad por Mr. y Mrs. Nash a principio de los años veinte, la gente joven se hizo más vehemente, responsable e ´inclinada hacia el bien´ cuando se les enviaba a la escuela o al colegio”. Durante seis fructíferos años, hasta 1928, los Nash permanecieron en Pachuca, de donde partieron hacia Globe, Arizona, y después a Coronado, California, en donde el Reverendo fue  rector durante 15 años. Este hombre sobresaliente, que moldeó tantas jóvenes vidas, murió en 1950.

 

A pesar de que había una clase de Biblia para adultos, la mayor concentración se lograba en las actividades para los niños y jóvenes. Prácticamente de la noche a la mañana, había grupos de Boy Scouts y reuniones de fogatas campestres para niñas, grupos exploradores para niños pequeños, Pájaros Azules y Brownies. Había clases de gimnasia y química. Cobró vida un espíritu competitivo y se manifestó de muchas maneras. La juventud adquirió alta motivación para el trabajo arduo con el fin de aprobar los exámenes, en organizaciones Junior y Señor. Esta comunidad ganó tal reputación por sus altos logros que fue visitada por Lady Baden Powell, la viuda de Lord Baden Powell, quien fuera el fundador de los Boy Scouts. Toda la gente parece recordar aquella emocionante ocasión en que esta gran dama apareció con la vestimenta de Scout, “una imponente mujer, incluso con zapatos de explorador”. Se otorgaron puntos e incentivos para ayudar al bazar, por contribuir al orfanato local, por aprender a hornear y cocinar, por bordar y tejer e incluso por practicar la carpintería. La gente joven instauró los almuerzos de Día de las Madres y las cenas en la iglesia. Como escribe un corresponsal, “se desarrollo un inusual y emocionante  sentido de interacción social en aquella época en Pachuca”.

 

Se convirtió en un honor el cantar en el Coro Eclesiástico y, una vez al año, los Nash se llevaban al coro a un viaje a la Ciudad de México. Para muchos de los niños que crecieron el Pachuca, esto significaba “la emoción de la vida”: Tomar el “Rápido” a la Estación de Buena Vista y después en taxi al Parque de Chapultepec, para maravillarse ante los animales en el zoológico. Posteriormente, pernoctar en el Hotel Guardiola, en la calle de Madero, frente a la “Casa de los Azulejos” (lo que actualmente es el Sanborn´s). Es interesante comentar que este grupo siempre traía sus propios alimentos de Pachuca.

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Otra memorable actividad de la iglesia fue el día en que el Obispo Episcopal de la Diócesis de México llegó a Pachuca para confirmar a los niños y niñas que habían sido preparados por el Reverendo Nash para este evento. También esta celebración se realizaba anualmente.

“Lo teníamos todo”. Una dama española, la Sra. Spota, y su hija impartían clases de ballet. Era danza en puntas, tap y bailes mexicanos, con bellos vestuarios y escenografías. Una vez al año, la Sra. Spota contrataba el cine principal para un recital. “Teníamos un maestro de piano y una presentación anual con 20 ó 30 invitados, lo cual regularmente implicaba un vestido especial, zapatos nuevos y, tal vez, una visita al salón de belleza”. Y no olvidemos las pequeñas producciones teatrales de Miss Canals. Tampoco deben minimizarse los almuerzos campestres en Ixmiquilpan, en donde de localizaba la Hacienda Honey, en Tula y en Teotihuacan.

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Las fiestas infantiles reflejaban este nuevo sentido de interacción social. Con unos 30 niños, los juegos tenían influencia tanto de la cultura inglesa como norteamericana: “Atrapa la bandera”, béisbol y “W-w-w-atermelon”. Estas fiestas tenían lugar en el gran campo detrás de la American School. Los pastes de Cornwall eran los bocadillos favoritos y había bailes con grandes bandas.

Esta nueva era, iniciada con la llegada del Reverendo Nash y su esposa, también otorgó un nuevo espíritu a los dos eventos más honrados, el Día del Imperio y el Cuatro de Julio. Éstos se celebraban con enormes almuerzos campestres en el parque nacional de El Hiloche, en Real del Monte. Demasiado lejanos para llegar caminando y para aquellos que no tuvieran manera de transportarse, se contrataban autos de uso público. Los Boy Scouts y las niñas de las reuniones de fogata realizaban una competencia de ejercicios de marcha. Se organizaban las carreras tradicionales: sacos, huevo y cuchara, carretillas y tres piernas. A continuación, después de un monumental despliegue de suculentos platillos, los niños quedaban libres para disfrutar vagabundeando por los hermosos bosques, hasta el solemne evento final, cuando el Cónsul Británico entregaba medallas de bronce (el Día del Imperio) a aquellos niños que fueran merecedores de tal honor. Algunas de estas medallas todavía están entre las posesiones de sus orgullosos propietarios.

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 “Crecer allí fue grandioso para mí. Nuestra casa y sus alrededores parecían ser todo mi mundo. Ni siquiera me percaté de que había depresión en los Estados Unidos. ¿Y sabes cuál era la mejor parte de todas? Los campamentos de un día para otro con Mr. y Mrs. Nash”. Las caminatas y campamentos de fin de semana eran lo más importante para muchos de los participantes. Implicaban una gran disciplina previa, incluyendo la práctica de instalar las tiendas de campaña en los terrenos de la Ex - Hacienda de la Luz. ¿Y cuál era el destino de estas tenaces salidas? Frecuentemente, “las Reglas, San Miguel y San Antonio”. Pero el lugar favorito parece haber sido la vieja “hacienda de beneficio” Velasco, anterior a Real del Monte. Al llegar allí, cuando los terrenos del campo habían sido habilitados para ello, los niños recibían permiso de jugar a sus juegos del pasado, que podían ser “construir cohetes o jugar al soldado español”. Escuchemos lo que dice Cornelia Bucknall, tal vez unos 60 años después: “Podíamos mirar desde las alturas que escalábamos, las barrancas, los llanos y más allá. Nos sentíamos liberados y libres de mente, cuerpo y espíritu, pues instintivamente nos sentíamos una unidad con la naturaleza. Todavía puedo recordar ese ´bello y repentino arrobamiento´ y responder a la maravilla de estar al aire libre en esos momentos”.

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Sin importar las diferencias y énfasis que pueden observarse entre estos corresponsales, en un asunto no había la mayor variación: El grupo de Pachuca era maravilloso. Sin importar cuántos hoyos de golf* habían jugado las damas durante la mañana, o cuántos turnos de bridge o manos de pókar hubieran jugado por la tarde, nada se interponía entre aquello y organizar una gran fiesta por la noche. Mexicanos, norteamericanos, ingleses...todos eran invitados. Todos los reportes coinciden en que la comida era excelente, el servicio inmejorable, la compañía alegre y las bebidas ilimitadas. Recordando los problemas por el exceso de bebida entre los de Cornwall, cien años antes, la cuestión del alcoholismo se hizo a un lado. Nadie lo recuerda como un problema durante el período al cual nos referimos. Geraldine Hunter expresa una gran diplomacia al escribir: “Había cierta tendencia a la borrachera, pero algunos invitados eran severos censores, pues el trabajo durante la semana era muy duro”.

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El voto unánime para la mejor anfitriona fue para Alixe Reed. Esta vivaz y amable dama de la sociedad de Pachuca estaba casada con Billie Reed y tenían tres hijos. Alixe tenía un toque especial; una persona describe sus fiestas como particularmente “ceremoniosas”. Otra habla acerca de su ”inigualable gusto por el entretenimiento”. La comida servida en estas fiestas, no solamente en casa de los Reed, era pródiga y deliciosa, a pesar de que la manera de lograrlo probablemente permanecerá en el misterio. El puerco era sospechoso y nunca se ofrecía; el pescado y los mariscos tenían que ser transportados desde muy lejos para ser seguros. De manera que era carne, siempre carne. El suelo no era muy adecuado para cultivar vegetales. Algunas huertas de la región proporcionaban frutas y de Real del Monte se traían finas frambuesas y grosellas, de arbustos traídos hacía muchas décadas por los mineros británicos. Había helados si uno mismo podía hacerlos en su propio compartimiento de congelación. Para estas fiestas, las mujeres portaban vestidos largos y sus joyas, mientras que los hombres se presentaban “en sus mejores galas”. Sí, la sociedad de Pachuca era muy merecedora de su reputación.

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¿No había problemas en esta utópica comunidad? Claro que los había, uno de ellos era el agua, que escaseaba con frecuencia o tenía el color y la consistencia del cacao. El agua, la de manantial, originalmente pura y chispeante, se entregaba diariamente pero, para ello, debía ser transportada en dos baldes que colgaban en la parte trasera del camión-tanque. Por lo tanto, no es preciso decir que era necesario hervirla para todo, incluso el baño e incluso así, la disentería era inevitable.

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¿Y el chisme en un grupo tan limitado? Permítanme citar a Geraldine Hunter, quien vivió en Pachuca con su esposo inglés y tres hijos, entre 1934 y 1947: “¡Claro, desde luego! Sabíamos todo de todos en ese círculo tan pequeño, y disfrutábamos casi de todo lo que sabíamos. Una comunidad amistosa y feliz, con una alegría de vivir que no he vuelto a encontrar”.

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Había otras desventajas de vivir en Pachuca, especialmente durante los primeros años. Como se mencionó anteriormente, las balaceras no eran poco frecuentes incluso en los cines o teatros. Los niños estaban advertidos de buscar refugio inmediato y no intentar regresar a casa. Los piojos y las chinches eran comunes, debido a la increíble pobreza de los indígenas y su incapacidad de bañarse apropiadamente.

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Muchos incidentes ocurrieron que permanecieron claramente en las memorias de la gente que ha contribuido a esta historia. Un Día del Imperio, los gemelos Cruz, de 10 años de edad, escalaron hasta la parte superior de un pozo de desechos, que contenía químicos utilizados para separar los metales. Este conglomerado producía un efecto peligroso e inmediato. ¿Cómo rescatarlos? Los hombres fuertes sólo empeoraron el problema. Eventualmente, se tendieron tablas planas y una cadena de hombres alcanzaron a los jovencitos, que esperaban ansiosamente en la cumbre. Otra tragedia no fue tan afortunadamente enfrentada cuando, después de una tormenta repentina, un muro de agua cayó de las montañas y rodeó Pachuca, justo cuando los niños volvían de la escuela. En este caso, hubo varios ahogados.

 

Cuando México entró a la Segunda Guerra Mundial del lado de los Aliados (el 14 de mayo de 1942), las mujeres anglo-americanas de toda la República movilizaron inmediatamente sus considerables talentos y recursos. Con excepción de la organización de la ciudad de México, que contaba con cientos de integrantes, el grupo de Pachuca fue, por mucho, el mayor grupo de la provincia con un total de 47 miembros. Todas aquellas fabulosas fiestas durante los años veinte y treinta habían mantenido a las mujeres en buena forma cuando decidieron que su forma más lucrativa de servicio eran los banquetes. Y la elección obvia para presidenta del grupo fue la sensacional anfitriona y enérgica organizadora, Mrs. Alixe Reed. La sociedad mexicana en Pachuca también estaba acostumbrada al entretenimiento en gran escala, de manera que hubo ocasiones en que, para los tiempos de guerra, el grupo de recolección de fondos organizó banquetes de hasta 120 personas, y cobraban apropiadamente. Cada mujer tenía su especialidad: carne, sopa, vegetales, ensaladas, postres, etc. Las bodas y los almuerzos masónicos eran buenas fuentes de ingresos por los banquetes.

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A partir de esta actividad principal, surgió un regalo permanente que, sin duda alguna, se encuentra en muchos estantes de cocina hasta hoy, cuatro o cinco décadas después: Las Recetas Selectas de Pachuca. Es un excepcional libro de cocina, compilado por Mrs. E.W. Everheart. El libro comienza, en una jubilosa nota, con un poema de Kitty Douglas, titulado “Mantenlas Friendo”:

La V es para la Victoria y para “vittles” también

Para ayudar en la guerra, este libro debemos vender.

Te ayudará a comer y beber durante el mucho tiempo que está por venir

Así que cómpralo y ayuda a mantener volando a las Fuerzas Aéreas.

 

En la página 15 de la selecta colección está la receta de Minnie Stribley para los pastes de Cornwall. Sería interesante saber sobre qué bases se eligió su receta particular para incluirla en el libro y no hay duda de que muchas otras mujeres tenían también sus fórmulas favoritas. Su autenticidad no puede ser cuestionada*.

 

Pastes de Cornwall

Minnie Stribley

Paste

1 taza de harina

3 cucharadas de manteca o mantequilla (aceite de manteca de cerdo y mantequilla)

Pizca de sal

Agua para mezclar

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Relleno

¼ de kilo de carne

2 papas grandes

Perejil, cebolla, puerros o nabos

Condimentos

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“Divide el paste en tres partes, enrolle como a un cuarto de pulgada y dele forma oval. Coloque una capa de papas, en rebanadas delgadas y pequeñas, en cada pieza del paste y después perejil u otro ingrediente al gusto.

Cubra con una capa de carne, sazone bien con pimienta y sal y cubra con harina. Humedezca los bordes del paste y doble, oprima y rice los bordes con los dedos. Coloque en una sartén con harina y hornee brevemente hasta que doren, reduzca el fuego y hornee durante 45 minutos.

La confección de alimentos selectos no era la única fuente de ingresos para este altamente activo grupo. Kitty Douglas, con cuyo talento poético ya nos hemos familiarizado, nos aporta acerca de los demás logros:

 

“Trabajo por la Victoria”

Las mujeres británicas de Pachuca no pueden

Salir a luchar contra el enemigo,

Así que hacen lo propio al cocinar

Sólo para intentar “esponjar la masa”

Cada viernes hacen una venta de comida.

Si estás hambriento

Sólo compra un paste de Cornwall

O lo que sea que tengas en mente.

También hay clases de cocina y,

Si deseas hornear

Te mostrarán cómo hacer un pay

Como mamá solía hacer

También está la lotería mensual;

También es muy importante,

Pues si te das una oportunidad en ella

Puedes ganar un fino “papel”

Tienen ventas de revistas; un Baile

Que se celebra en mayo;

En septiembre está la venta de artículos usados

Así que te suplicamos guardar tus cachivaches.

En noviembre llega su mayor desafío

Un gran bazar a saber –

Puedes comprar tus antigüedades, sábanas o

Un suéter que te quede bien.

Los hombres están más que listos para

Prestar una mano para ayudar;

Los jóvenes trabajadores aportan lo propio para

Hacer que crezcan nuestros fondos.

Así que ahora ya conoces nuestros grandes esfuerzos

Para mil novecientos cuarenta y tres

¡Una Feliz Navidad! ¡Viva!

¡Y seguimos por la Victoria!

Kitty Douglas

 

¿Existe alguna duda de que las mujeres británicas de este grupo recibieron medallas como premio de parte de Su Majestad Jorge VI por realizar la mayor contribución en proporción con el tamaño de la comunidad?

 

Sumario

“Han despertado tal cantidad de memorias, que permanezco despierta por la noche, recordando la vida en Pachuca, que ahora me parece idílica...!

Geraldine Hunter

“¡Era tan libre! Mi padre era excepcionalmente liberal y yo adoraba la libertad...hasta que regresábamos a la Torre del Reloj a las 5:00...”

Antonieta Sánchez Mejorada

 

(Inserto 1. De izquierda a derecha: Amy Ough, Antonieta Sánchez Mejorada, Lily Veale, Charlotte Barton, (‘), Sarah Pratt, Jenny Bertram, Lucy Lee, Gertrude Embury, María Sánchez Mejorada, Victoria Zúñiga, Adela Bertram, en la ExHacienda de la Luz).

(Inserto 2: “¡Lo logramos!” un grupo de excursionistas de las Fogatas Campestres para Niñas y los Pájaros Azules. Puede ser la cima de San Cristóbal, una de las colinas que forman en Valle de Pachuca).

(Inserto 3: Campamento en alguno de los Reglas: San Miguel Regla o San Antonio Regla).

(Inserto 4: Salida a una excursión durante un “campamento”. ¡Burros para los cansados!).

(Inserto 5: El coro de la Iglesia Episcopal de San Jorge. El Reverendo H.O. Nash a la izquierda. El Obispo Creighton, Obispo Diocesano de México a la derecha).

(Inserto 6: Mr. Nash con un grupo de niñas de fogatas campestres, en las afueras de Pachuca, posiblemente el Parque Nacional El Hiloche).

(Inserto 7: Día de la Confirmación. El Obispo Creighton al centro de la fila trasera. Afuera de la Iglesia Episcopal de San Jorge, ExHacienda de la Luz).

(Inserto 8: Indígenas pobres, formados afuera de la iglesia en domingo para pedir comida).

(Inserto 9: Organizaciones de jóvenes en Pachuca, c. 1925. El Reverendo Mr. Nash en la fila trasera).

(Inserto 10: Grupo de Mujeres Voluntarias para la recaudación de fondos durante la Segunda Guerra Mundial.

Centro, al frente: Presidenta del grupo, Mrs. Alixe Reed;

Centro, a la derecha: Secretaria, Mrs. Walter Ough;

Centro, a la izquierda: Tesorera, Mrs. R. Stribley;

Y las señoras Hunter, Douglas, Jenkin, Pengelly, Barber, Chin, Russey y Miss Waters).

(Inserto 11)

 

* Durante gran parte de esta época, las iglesias católicas estuvieron cerradas por decreto gubernamental, y la práctica religiosa era clandestina.

* Lois Hunton, (Bryan, de soltera) nos pudo proporcionar gran parte de la información acerca de las familias de Pachuca.

* Agradecemos a Mrs. Esther Nash (Mrs. Harry E.) por esta información biográfica. Ella es nuera del Reverendo Nash y vive en San Diego.

* La Compañía instaló una cancha de golf en algún momento de los años veinte.

* En lo que parece ser una complicada propuesta de normativa de la Comunidad Europea, el MP de St. Ives hizo una solicitud para la protección de los pastes hechos en Cornwall, pues sabían mejor que los productos similares elaborados en otras partes del país. Una comisión propone que dicho producto sea registrado bajo una “Indicación Geográficamente Protegida” o una “Designación Protegida de Origen”. ¡Muchos MP del comité de comercio afirman que se trata de una “tontería burocrática”!  (Newsleader, 22 de junio de 1991).

 

Glosario

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Aditamento: Pasaje horizontal o casi horizontal que llevaba a una mina. Utilizado con el propósito de drenar agua y/o extraer el mineral.

Alimento: Regalías pagadas al Conde de Regla - $24,000 anualmente.

Arrastre: Una primitiva rueda para moler.

Arrieros: Muleros.

Azoguero: Probablemente la persona más importante de la fábrica. Operando con el tacto, la vista y el olfato, era quien agregaba el precioso mercurio a la mezcla de mineral, lodo y químicos en el “proceso de patio”.

“Bajo el césped”: Expresión de Cornwall que significa “bajo la tierra”.

Beneficio: Amalgamación de mercurio.

Conducta: Convoy escoltado para transportar plata, equipo y personas.

Esperas: Tiempo para pagar deudas.

Hacienda de Beneficio: Planta de reducción.

Malacate: Máquina elevadora, usada principalmente para drenar agua de las minas.

Partido: Método de pago a los mineros. Reparto de utilidades en la minería tradicional, entre los mineros nativos. Fuente de constantes conflictos.

Tenateros: Cargadores de mineral.

“Consultar algo con la almohada”: Expresión de Cornwall que significa “dormir el asunto” antes de llegar a una decisión.

Trabajo en tutoría: Contrato de trabajo al estilo de Cornwall.

Vara: Una rama de una yarda, para medir. Equivale a 2.78 pies o 33 pulgadas inglesas.

“Vena de cortés apariencia”: Vena de potencial promisorio.

Veta Madre: Filón principal.

La literatura minera está llena de expresiones curiosas y/o técnicas. Con frecuencia, al leer sobre los antiguos mineros en México, uno se encuentra con términos idiomáticos que no pueden definirse. Esta lista parcial de tales palabras puede resultar útil si el lector se interesa por el tema en el futuro.

 

Fuentes

Registros de la British Relief Society

 

Brockehurst, Thomas Unett, Mexico Today: A Country with a Great Future. (México Hoy: Un País con un Gran Futuro). John Murray, Londres. 1883.

 

Calderón de la Barca, Frances, Life in Mexico (La Vida en México). J.M. Dent & Sons Ltd. Londres, 1843.

 

Campbell, Reau, Complete Guide and Descriptive Book of Mexico. (Guía Completa y Libro Descriptivo de México). Poole Bros. Press, Chicago, 1895.

 

First Hundred Years. British Industry and Commerce in Mexico, 1821-1921 (Los Primeros Cien años. Industria y Comercio Británicos en México, 1821-1921) Instituto Anglo Mexicano, México D.F.

 

Gooch, Henry. Mexico, the Country, History and People. The Religious Tract Society (México, el País, la Historia y la Gente. La Sociedad del sistema Religioso). Londres, 1863.

 

Guia Roji, Mexico Tourist Guide (Guía Roji, Guía Turística de México). Guía Roji. México D.F., 1983.

 

Lyon, George Francis, Journal of a Residence and Tour in the Republic of Mexico in the Year 1826. (Diario de Residencia y Viaje en la República de México en el año de 1826). John Murray, Londres, 1828.

 

Mexican Year Book (Anuario Mexicano), 1912. Dept. of Finance, México D.F.

 

Michelin, England, the West Country (Inglaterra, el País del Oeste). 2da. edición, 1990.

 

Official Mining Directory of Mexico. (Directorio Oficial de Minería de México). Vol. X, 1908. Calle del Eliseo 37, México D.F.

 

Probert, Alan, Silver Quest: Episodes of Mining in New Spain. Journal of the West. (La Pesquisa de la Plata: Episodios de Minería en la Nueva España. Diario del Oeste) Vol. XIV – No. 2, abril 1975.

 

Terry´s Guide to México (La Guía de Terry a México). Hingham, Mass., 1944

 

Tibón, Gutierre, Aventuras en México, 1937-1983, Editorial Diana, México, D.F. 1983.

 

Todd, A.C., The Search for Silver. Cornish Miners in Mexico, 1824-1947. (La Búsqueda de Plata. Mineros de Cornwall en México, 1824-1947) The Lodenek Press, Padstow, Cornwall, 1977.

 

Tweedie, Mrs. Alec (Harley, de soltera), Mexico as I Saw It. México como Yo lo Ví. Thomas Nelson & Sons, Londres, 1911.

 

Ward, Henry George, Mexico 1826-1827 (México 1826-1827).

 

Work for Victory. Christmas, 1943 (Trabajo por la Victoria. Navidad, 1943) México D.F.

 

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